El firme y elocuente pronunciamiento de Kenji Fujimori con relación a que la bancada de Fuerza Popular debe asumir de una manera más activa la lucha por la libertad del expresidente Alberto Fujimori es una muestra más de la división familiar que afecta al partido y la clara demostración de que el menor de los Fujimori se ha convertido en una piedra en el zapato para la propia Keiko. 

Sin llegar a ser una guerra fratricida, Kenji separa su espacio, se independiza de la bancada, levanta la voz y expone ante el potencial votante de Fuerza Popular que su interés primordial tiene un epicentro más humano que político. El tema no es baladí, porque hace tiempo que Kenji ha empezado a construir un perfil propio con el genuino y secreto interés de liderar una propuesta alternativa, interesada en competir con su hermana desde las entrañas del partido y bajo la expectativa de pelearle la candidatura presidencial de 2021. Su osadía tiene varios flancos débiles, pero el mayor de ellos será, eventualmente, el cisma interno que podría desbordar a Fuerza Popular y asestarle una división que geste una herida de muerte. Kenji viaja, regala, tuitea, emplaza, choca, pugna y aprende quechua. Sagaz, busca que el “albertismo” se alinee en su camino y sumar en el bolsón electoral la suficiente intención de voto para pechar a Keiko. Sus arrebatos de ahora son parte de una estrategia y un ensayo para lo que vendrá después: la ruptura de Fuerza Popular.