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El presidente Donald Trump, desde que anunció hace un mes en Florida que será aspirante a la reelección, viene actuando más como candidato que como mandatario. Lo voy a explicar. Trump viene utilizando el tema migratorio -uno de los asuntos de mayor sensibilidad e interés en la opinión pública estadounidense- para ganar aplausos en aquellos sectores conservadores y pegados a la visión tradicional y unilateral de la nación americana que históricamente excluyó, debemos decirlo, la política del sincretismo con los aborígenes de Norteamérica. Para nadie es un secreto que la política de Estado en el país de las ex Trece Colonias independizadas de Inglaterra en 1776 decidió las denominadas reservaciones para los pieles rojas, los comanches y los apaches, excluidos del proceso de afirmación de la idea de la grandeza de EE.UU. La afamada serie El Gran Chaparral, que emitió la NBC entre 1967 y 1971 y que muchos vimos durante nuestra infancia, solo fue una expresión del idealismo político llevado a la televisión, donde más allá de la historia de las familias Cannon (gringa) y Montoya (mexicana) en las tierras de Arizona, algunas veces aparecía la figura del legendario Cochise, el jefe apache que lideró una revuelta, pero nada más que eso. En América Latina, el país que más se pegó a este modelo de desarrollo poblacional debido a la influencia inglesa, primero, y alemana, después, fue de modo incontrastable Chile. Basta mirar cómo los araucanos y mapuches, que viven en la región sur de Chile, jamás fueron integrados en el concepto del Estado-Nación chileno, tanto que por esa espantosa marginación histórica con los pueblos originarios la expresidenta Michelle Bachelet tuvo que pedirles perdón “… por los errores y horrores cometidos…” en el 2017. Pero volvamos a EE.UU. Trump acaba de ir más lejos inquiriendo a importantes políticos de su país de origen extranjero -negros y latinos, principalmente- que se vayan si acaso no se sienten cómodos, siendo él también hijo y nieto de migrantes. La estrategia de exclusiones de Trump subirá sus bonos en el país del “Destino Manifiesto”, porque hay un importante sector de sus connacionales que desdeña, en general, todo aquello que viene de afuera y no sea racialmente blanco. Muy penoso, pero sobre todo censurable.