Como pasa en muchos países y en diversos sistemas jurídicos en el mundo (Romano-germánico, Anglosajón, Islámico, etc.,), la extradición, definida como el acto de entrega (Estado requerido/Estados Unidos) de un reo o presunto reo (Alejandro Toledo) a otro Estado que lo reclama (Estado requirente/Perú), para su juzgamiento, y que en su origen es eminentemente jurídica, dado que solo procede por la comisión de delitos.

Aquí es conveniente precisar que la actuación del juez de San Francisco se ha hecho pegado al tratado de extradición PERÚ-EE.UU., para nosotros con sistema romano-germánico y prevalencia del código procesal penal, y para EE.UU., fundado en la casuística, que es un ejercicio muy usual en el sistema jurídico anglo-sajón; además, conviene tener presente de que la extradición es un derecho o prerrogativa del Estado requerido (EE.UU.) y no del Estado requirente (PERÜ), por lo que debe entenderse que la decisión de la Casa Blanca es soberana e inoponible. Al final, termina siendo política pues la decisión, más allá de algunos recursos procesales en el camino, pasará al Departamento de Estado y luego quedará en manos del secretario de Estado, Antony Blinken, que es el jefe de la diplomacia estadounidense.

Por tanto, más allá de que tendrá que resolverse un asunto procesal o adjetivo, la suerte del expresidente dependerá enteramente de circunstancias y valoraciones de orden político que en la práctica significará una decisión de incumbencia del propio presidente Joe Biden. Lo anterior significa que debemos efectuar un análisis objetivo de las vinculaciones entre nuestro país y Washington. ¿Son acaso las mejores en el momento actual?. Mirando nuestra política exterior de las últimas semanas hacia EE.UU. parece que no.

El efímero canciller Héctor Béjar llegó a afirmar de que Sendero Luminoso fue una creación de la CIA y el actual, Óscar Maúrtua, ha ejecutado el insólito restablecimiento de relaciones diplomáticas con la autoproclamada República Árabe Democrática Saharaui, a sabiendas de que EE.UU. ha liderado la normalización de las relaciones de Israel con los países árabes, entre los que se encuentra el influyente Marruecos, y por si fuera poco, ha coordinado el encuentro de nuestro presidente Constitucional de la República con el dictador Nicolás Maduro. Veremos qué decidirá EE.UU.