Todos los que han llamado golpe de Estado a lo que ha acaecido el lunes 9 de noviembre en el Congreso de la República están equivocados. Un Parlamento  desacreditado pero legítimo ha destituido a un presidente legítimo pero desacreditado. Y lo ha hecho con las armas de la Constitución, que fue precisamente la que le permitió a Martín Vizcarra asumir, en medio de deslealtades, negociados y confabulaciones, el poder que tanto ansiaba. El 21 de marzo de 2018, agobiado por los audios que confirmaban que se había salvado de la primera vacancia debido a un intercambio de favores con el fujimorismo, PPK renunció a la presidencia. Fue un acto postrero ante la vacancia inminente que alistaba el Parlamento y la renuncia de todo su Gabinete. ¿Alguien se atrevió entonces a decir que era un golpe de Estado? Todos entendieron, incluso sus propios ministros, que Kuczynski había quebrantado las reglas de la moral pública, había defraudado al país y a sus electores, que había engañado y se había valido

de los más abyectos ardides políticos para aferrarse al poder. Eran hechos graves, pero no lo eran más que los que hoy se le atribuyen a Vizcarra. Una fila de colaboradores vienen entregando a la Fiscalía pruebas fehacientes e irrefutables de que el presidente es en realidad un delincuente. Que durante gran parte de su vida pública usó su cargo de gobernador regional -y probablemente de ministro- para llenarse los bolsillos de sobornos asquerosos para adjudicar obras que, contaminadas por el cáncer de la corrupción, terminaron siendo pequeñas o grandes estafas para su pueblo. ¿Hay algo más inmoral que eso? ¿Hay algo más ruin? ¿No deja eso a un jefe de Estado inmoralmente incapacitado para gobernar? ¿De qué tamaño puede ser el cinismo para negarlo? Es lamentable que el doble rasero que impera en el país se ciegue ante las evidencias. Le pregunto a los que salen a las calles: Si Keiko o Alan hubiesen estado en el lugar de Vizcarra ¿también era un golpe de Estado? Es cierto que vivimos una seria crisis pero, hasta donde sé, Manuel Merino de Lama no tiene las manos aún despidiendo el aroma de los billetes mal habidos ni las cuentas bancarias tenazmente alimentadas de sobornos miserables. Que Vizcarra responda a la justicia y se ubique dentro de la banda que le corresponde.