Estado de emergencia desde el 16 de marzo. Cuarentenas (no fue una, ni fueron dos; fueron tres). Y empieza la desgracia: el jueves 19 de marzo, a los 78 años, muere el primer peruano víctima del COVID-19. Y con el luto llega el bono inicial de 380 soles. Y el segundo. María Antonieta Alva, la titular del MEF, tiene buena billetera. Y el tercero, esta vez al bolsillo de los trabajadores independientes.

Error: el 26 de marzo, S/ 200 millones van a las arcas de las 1,874 municipalidades para que compren y repartan víveres a las poblaciones vulnerables. Qué peligro. Varias aún no terminan de entregar las bolsas. Ineptos. Ni municipios ni regiones son confiables. Y el bicho avanza inexorablemente.

A estas alturas de la crisis sanitaria, Vizcarra tiene enfundado el caparazón de líder absoluto. Adiós titubeos políticos. Rating desbordante al mediodía. Con el perdón de La Rosa de Guadalupe. Milagros de popularidad en las encuestas (ahora está en 80% y pico). Eso enerva a los fujiapristas, como siempre.

El personal de salud también recibe la suya: 720. Se habló igual del Bono Familiar Habitacional. A los policías, militares y penitenciarios, de cajón. Retiro de hasta 2 mil soles de la AFP. El Congreso mete su cuchara: mejor el 25% (total, no es su plata). No, ronca Vizcarra, quedemos en 3 mil más. Lucha de poderes. Populismo legislativo, alegan unos. La búsqueda del aplauso por parte del Ejecutivo, reclaman otros. Mejor un bono universal de S/ 760 para 9 millones de familias.

Los infectados se duplican cada 8 días. Ese es un buen síntoma, argumenta el mandatario. Los incrédulos tienen los pelos de punta, como el virus. Y arremeten contra los tercos que, como el salmón, nadan contra la corriente para entregarse a la boca del coronavirus. Pero no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Digo.

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