Siempre converso mucho con estudiantes de quinto de Secundaria de colegios públicos y privados sobre su futuro. Al observarlos y escucharlos infiero que, en mayor o menor intensidad, la postrimería de su escolaridad se divide entre la satisfacción de concluir la Secundaria y la tensión de la decisión vocacional; la cual se produce, en muchos casos, por la asistencia a las academias, así como por las inconvenientes “presiones” de padres, parientes, profesores, y promotores de academias, centros preuniversitarios y universidades.

La decisión vocacional es un proceso socio-emocional y cognitivo, para el cual el educando debe tener las oportunidades y orientaciones necesarias para reconocer con calma sus aptitudes o capacidades, intereses personales- sociales, así como sus inclinaciones o gustos sobre una o más alternativas profesionales; desde luego, para tener éxito en sus estudios superiores y más adelante desempeñarse competitivamente. El proceso de ponerse en contacto consigo mismo para elegir una o más carreras se conoce como exploración vocacional.

Para el efecto, es necesario que los jóvenes, por ejemplo, escuchen experiencias de profesionales y testimonios de estudiantes universitarios de las carreras de su preferencia para que les comenten sus vicisitudes y logros en su desenvolvimiento cotidiano; visiten establecimientos que producen bienes y servicios afines ; tomen en cuenta sus preferencias, logros y dificultades en sus estudios del colegio; participen en pruebas vocacionales confiables y válidas; y, por supuesto, conozcan la oferta de las instituciones de educación superior, así como la demanda del mercado laboral. Esto oportunamente mediante programas de tutoría y orientación educativa. Dejemos, entonces, que los jóvenes experimenten las vivencias plenas e irrepetiblesdurante la finalización de su vida escolar y que en un proceso- estrictamente personal- y con calma tomen su decisión vocacional.

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