El 16 de junio 1977, con motivo del cumpleaños número 67 del general Juan Velasco Alvarado, sucedió un hecho muy sonado en esos tiempos. El expresidente realizó una reunión en su casa y reconoció al reportero gráfico de Caretas, Víctor Manrique, a quien llamó a su lado y le preguntó: “¿Caretas es la revista que dirige Zileri, no?”. El periodista le respondió afirmativamente. “Bueno, anda dile a Zileri que mejor averigüe quién es su padre en lugar de andar investigado a mis familiares”, lanzó furibundo el dictador. Reaccionó así porque la revista había publicado un reportaje sobre las andanzas, negocios y vinculaciones nada santas de los hermanos Alfredo y Manuel Velasco Alvarado. “Qué pena, qué desgracia nacional, que el proceso revolucionario, trascendente en tantos aspectos, fuera manejado durante tantos años por un pobre diablo”, contestó el director de Caretas, Enrique Zileri.
Salvando las distancias, esta historia me hace acordar a la reacción de Dina Boluarte, luego que sendos reportajes periodísticos daban cuenta de las movidas y reuniones sospechosas de su hermano Nicanor.”Él está en su libertad de recibir a quien le pegue la gana”, dijo la mandataria y arremetió contra la prensa al decir que todo es una “infamia”, “una noticia tendenciosa que marcha honras”. En lugar de, por lo menos, pedir que se investigue el caso se molesta y fustiga a la prensa. Parece que la fórmula de echarle la culpa a otro apunta a salvar sus responsabilidades y la de su familia.
Ya estamos hartos que sigan surgiendo otro tipo de actores en el país, que conforman verdaderas asociaciones criminales, y que discutan su supremacía gracias a la complicidad de los tres niveles de gobierno. Esto solo generará que sigamos siendo un país poco fiable, por la inestabilidad política y la corrupción.