Si todo el trabajo lo hizo la grabadora, los programas de televisión de la noche de este domingo no han sido el mejor ejemplo de periodismo. Recibir audios pocas horas antes y comentarlos es reducir la profesión a poca cosa, y menos llamarlo periodismo de investigación.

No lo he notado muy diferente del tratamiento dado a esas “noticias” donde a la modelo no le importaba quedar coja después de sangrar al futbolista. Develar la vida íntima de los personajes públicos (sea el presidente, el futbolista o el mismo informador) no es misión del periodista, salvo que esté cometiendo un delito y poniendo en riesgo la nación, ante lo cual se presenta la excepción a la regla.

Por eso es que, en la declaración de ayer del presidente de la República, todos aquellos chismes se los bajó con “corresponde a mi esfera íntima” y “pido disculpas”.  Y claro, nos dejó a todos con las ganas de la telenovela.

El periodista no solo tiene el deber de establecer qué material contiene asuntos de interés público y cuál no; cuál invade la intimidad de los involucrados y sopesar si uno de estos criterios debe primar sobre el otro, es decir, si rompo la regla de la intimidad para privilegiar el interés del bien común. Sucedió con los videos, obtenidos ilegalmente, de Montesinos.

Además, un periodista responsable tiene la obligación de cuestionarse sobre la real intención de quien le proporciona la información y evaluar si no está siendo utilizado para intereses subalternos o de grupo. Todo lo dicho antes no quita para nada la necesidad de que el funcionario deba ser objeto de investigación.

Pero, mientras tanto, el presidente Vizcarra sólo será un pobre hombre con malas juntas que lo traicionaron, hasta que aparezca un video como el de la ruma de billetes Montesinos – Kouri, a partir de lo cual, recién podemos endilgarle otros adjetivos y apurar su salida.  Mientras estemos de acuerdo en que el fin no justifica los medios, no nos queda otra opción.