Es probable que estemos ante el inicio de una “guerra” en el Congreso de la República. El botín: la presidencia de la Mesa Directiva. El asunto se pone peliagudo debido a que quien asuma dicho cargo podría llegar a ser posteriormente el nuevo jefe de Estado, el nuevo mandatario, el nuevo o nueva presidente del país. Los congresistas lo saben, de modo que son conscientes de que la elección de la Mesa Directiva es prácticamente la elección del nuevo inquilino o inquilina de Palacio de Gobierno.
César Acuña, el líder de APP, acaba de pedir que en el Congreso se respete el acuerdo previo, es decir, que sea un miembro de su partido quien asuma la presidencia de la Mesa Directiva. Algunas voces en el Parlamento han dicho que, en efecto, se debe respetar ese acuerdo. Pero otros callan porque saben que no se trata solo de la dirección del Legislativo lo que está aquí en juego. Y al parecer le pondrán condiciones a Acuña para elegir a uno de los suyos.
Hemos podido conocer de modo extraoficial que las fuerzas opositoras del Congreso que no son apepistas pretenden que APP en todo caso proponga a alguien que sea más independiente dentro de la agrupación. El nombre de Gladys Echaíz suena fuerte en ese sentido. De hecho, el congresista de Renovación Popular, Alejandro Muñante, la mencionó esta semana como una candidata de fuste. Echaíz no tiene una ligazón de lealtad hacia Acuña y su partido, de modo que es preferida por las otras agrupaciones; sin embargo, está claro que el líder de APP preferiría a un incondicional suyo.
Y aquí es donde vendrá el tira y afloja. Los últimos movimientos del Congreso, los acuerdos y normas promovidas están todas en función de lo que se viene. Pero la disputa congresal por el nombre que deberá llegar a Palacio ante la inminente caída de Castillo y Boluarte está apenas iniciando.