Al igual que con los daños por las lluvias, el frío extremo que año a año mata a niños en la sierra, el aumento de casos de dengue pudo haberse prevenido, pero los últimos gobiernos se han limitado a reaccionar y no a generar políticas públicas para evitar que casos como los mencionados se salgan de control porque, seamos claros, prevenir no es políticamente redituable.

Es más favorable a la figura, sea quien fuere, recorrer las calles llenas de barro prometiendo el oro y el moro en vez invertir para que las personas no pierdan sus propiedades y cultivos o, como es el caso actual, caiga enfermo por una dolencia que es prevenible como el dengue.

Ninguna autoridad ve el largo plazo porque sabe que no podrá usufructuar de los beneficios de prevenir entonces espera que ocurran las crisis para declarar estados de emergencia, reunir comités, horadar el presupuesto y las reservas nacionales con bonos y aparecer en la foto mientras la gente sigue muriendo.

Actualmente, 20 regiones están en estado de emergencia por dengue, más de 73 mil personas se han infectado y se reportan, al menos, 80 muertos. Estas cifras han colapsado los hospitales de las zonas endémicas de la enfermedad, algo que creíamos que luego de la epidemia de la COVID-19 no volvería a pasar, pero estamos viendo que en el Perú, la historia es tristemente cíclica.

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