Una de las grandes lecciones que nos da la situación de emergencia por la que atravesamos es la necesidad de darle a la ciencia el espacio que requiere en la discusión pública. Por años, la ciencia ha sido relegada solo a aulas universitarias y espacios académicos, siendo ignorada por los líderes de opinión y principales medios de comunicación.
Ello explica por qué las reiteradas alertas que por años se dieron respecto a un escenario de pandemia como el actual hayan sido sistemáticamente ignoradas en todo el mundo. Y eso explica también por qué, en nuestro país, se sigue actuando con la misma indiferencia
frente a las permanentes llamadas de atención que hacen los especialistas respecto al gran terremoto que tarde o temprano tendrá nuestra ciudad capital y para el cual evidentemente no estamos preparados (la pregunta no es si sucederá, sino cuándo sucederá).
Esta situación de emergencia tiene que hacernos reflexionar. Necesitamos un cambio radical en la forma cómo venimos actuando: Es la hora de reivindicar a la ciencia - en su acepción más amplia - y darle el espacio que siempre debió tener. Ello implica un financiamiento adecuado a nuestras universidades públicas, mayor financiamiento a los proyectos de investigación, y un fortalecimiento institucional de aquellas entidades vinculadas a la ciencia, tecnología e innovación. También implica un cambio en el discurso político: Es absolutamente necesario que los políticos dejen el lugar común y abracen la evidencia (generada por la ciencia) como motor de acción política. La demagogia y el populismo nos han llevado a la situación de crisis en la que nos encontramos, es necesario abandonarlas para encontrar la salida.