El reciente nombramiento por el papa Francisco de una monja italiana como número dos en el poder de gestión en Ciudad del Vaticano, confirma la convicción del Santo Padre por conceder a las mujeres el rol relevante que no tuvieron a lo largo de la historia de la Iglesia. Seamos claros, históricamente el cristianismo fue patriarcal. Más allá de la enorme figura de María, la madre de Jesús de Nazaret, la mujer mantuvo un rol subordinado o secundario. Es verdad que esta realidad no fue una complejidad exclusiva, primero del judaísmo, y luego del cristianismo. En efecto, en las grandes culturas del mundo antiguo, la sociedad patriarcal ha dominado la vida de los pueblos.

A lo largo de las edades Media, Moderna y Contemporánea, las mujeres, aunque no marginadas, en verdad que no fueron protagonistas pues el poder político lo tuvieron los hombres. La realidad histórica no es para que la mujer de hoy reniegue del pasado. No. Sigo creyendo que fue parte de una circunstancia propia de los procesos dialécticos de la humanidad. De hecho, las reivindicaciones que viene ganando la mujer en las últimas décadas, es la consecuencia de ese proceso de evolución social permanente.

Francisco es consciente de que la mujer tuvo pocos espacios en la denominada Iglesia primitiva y durante el proceso de afirmación y consolidación del poder papal sobre las monarquías durante el Medioevo. Si uno revisa la liturgia no será difícil confirmar que los roles de la mujer fueron escasos. El Evangelio narra que Jesús encargó el ministerio del sacerdocio a sus Apóstoles y esa realidad fue la base para justificar la poca presencia femenina en las responsabilidades eclesiales. No digo que debería haber sacerdotisas -no corresponde colisionar con el Evangelio-, pero sí que la mujer coadyuve en las tareas durante los actos litúrgicos. Los avances son notables y hoy las vemos acolitando (niñas) y distribuyendo la eucaristía (mujeres) en las misas.

El nombramiento de la monja Raffaella Petrini, entonces, expresa el empeño del Papa por empoderar a las mujeres en el Estado del Vaticano. No es una decisión de lo que algunos llaman el progresismo pontificio de Francisco pues las consideraciones sobre la mujer siempre deben estar por encima de las ideologías o enfoques doctrinarios, priorizando su condición de mujer y sobre todo de ser humano.