Por estos días no se habla de otra cosa que del partido entre Argentina y Perú. La selección conduce el buen estado de ánimo de la nación. La ilusión de los peruanos está a tope.

Es evidente que la Blanquirroja cumple un rol compensatorio y reparador en nuestra sociedad. En un país que en tiempos recientes está golpeado por la corrupción, desastres naturales, atentados narcoterroristas, huelgas y encarnizadas luchas políticas, el fútbol nos da una fortaleza emocional y logra un efecto unificador.

Esto explica que la presidenta del Consejo de Ministros, Mercedes Aráoz, se haya puesto la camiseta de la selección tras la sesión del Consejo de Ministros y casi como una arenga, haya dicho: “Vamos a ganar y llegamos al Mundial”.

O que el presidente del Poder Judicial, Duberlí Rodríguez, haya lanzado la frase: “Mañana (hoy) todos debemos estar unidos y olvídense ya de Ecoteva y Odebrecht”.

En tanto, miles de voces de aliento sacuden las redes a favor de la selección. Desde el tenor Juan Diego Flórez hasta Oswaldo “Cachito” Ramírez, pasando por la Marina de Guerra del Perú.

La euforia nació luego de ganarle a Ecuador en Quito, pero avanzó incontenible hasta estos dos partidos decisivos de las Eliminatorias mundialistas. Es comprensible, luego de estar en el penúltimo lugar de la tabla, nos pusimos en zona de clasificación al Mundial de Rusia 2018. La gente confía en la selección que, después de mucho tiempo y tantos sinsabores, ha logrado conformar un equipo. ¡Arriba Perú!