La informalidad nos está matando, pero no de ahora, sino desde siempre. Somos un país en el que sacarle la vuelta a la ley es otro deporte nacional. La tragedia en una discoteca en Los Olivos, donde 13 personas fallecieron, solo era cuestión de tiempo.

Todos los gobiernos de turno dicen sin sonrojarse que el 70 por ciento de las empresas nacionales es informal, que evade impuestos y que maltrata a su personal al no otorgarle sus derechos. ¿Qué hace para reducir la informalidad? Casi nada.

La formalización es una tarea pendiente de cada gobierno. Sin embargo, ningún partido político que desea gobernar lo plantea con decisión. Es un tema impopular decirle a las miles de personas informales que el Estado tiene que imponer reglas enérgicas.

En todas las regiones existen malos empresarios como el de Los Olivos, a quienes no les entran balas ni en pleno estado de emergencia por el COVID-19. Las municipalidades, que también son responsables de la formalización, solo se dedican a poner trabas. Uno ya sabe para qué.Antes de la cuarentena, la informalidad de un camión con gas ocasionó la muerte de más de 30 personas. Osinergmin no había hecho bien su tarea. Meses atrás, un incendio en una galería informal acabó con la vida de unos jóvenes.

La informalidad continuará matando a los peruanos, mientras cada cierto tiempo buscaremos a los responsables: desde quien oferta un evento ilegal, hasta quienes acuden a esas trampas mortales y quienes lo permiten. Dejemos de mirar este problema con desidia, sino seguirán siendo cómplices de las desgracias.