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Según el Libro Blanco de la Innovación publicado por el Secretariado de Estado de Innovación, Universidades y Habilidades del gobierno del Reino Unido, la clave para convertirse en una nación de innovación y líder mundial en innovación consiste en forjar vínculos más estrechos entre la industria y la educación superior. Para ello ha propuesto una serie de iniciativas para ayudar a las pequeñas empresas para establecer un vínculo con las universidades para desarrollar nuevos productos y servicios.
Propone invertir recursos en todos los niveles de conocimientos e investigación para que los talentos británicos puedan aflorar para beneficio de la innovación.
Para el año 2011 habrá suficientes fondos para financiar al menos 1.000 proyectos de innovación anuales, apoyando a las pequeñas y medianas empresas que trabajen con universidades, centros de formación profesional o centros de investigación. (Innovation starts in education, BBC NEWS: 2008/03/13)
Además, habrá dos tipos de paquetes de becas por 6 a 8 semanas en las vacaciones de verano para que estudiantes distinguidos participen colaborando con equipos que desarrollan proyectos de investigación: unas para estudiantes del más alto nivel del primer año de estudios en ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas, y otra para estudiantes del más alto nivel del segundo año que quieran dedicarse a la carrera de investigación científica. La experiencia muestra que muchas empresas participantes de iniciativas similares previas como GlaxoSmithKline, Cancer Research UK y QinetiQ, han terminado ofreciendo trabajo de tiempo completo a estos estudiantes, una vez que completen sus estudios.
Frente a este auspicioso anuncio, Alan Rodas, presidente de la Asociación para la Enseñanza de la Ciencia, dijo acertadamente "no se puede innovar si la enseñanza de los niños consiste en habilitarlos para pasar pruebas". Explicó que la innovación se ha ahogado en las clases de ciencias de los colegios, ya que a los niños no se les enseña a observar, investigar y descubrir, sino a aprobar exámenes estandarizados. Eso no deja tiempo para el trabajo creativo e innovador, que es esencial para cultivar las capacidades científicas y el interés por la investigación que se expresará posteriormente en las carreras que elijan para su educación superior.
Valdría la pena profundizar un poco en estos conceptos, porque son relevantes también para el caso peruano. ¿Cómo aprenden a ser innovadores los alumnos de una típica clase escolar de ciencias? Se sientan unos 30 niños de la misma edad dentro de un aula, en un formato cuadriculado rígido de carpetas alineadas, para seguir secuencias de clases de 45 minutos en las que rotan de curso a curso y de profesor a profesor. Así, por 15 años los niños escuchan, apuntan datos, memorizan textos, dan exámenes repitiendo lo anotado en la clase, usan pruebas de selección múltiple o ejercicios que replican los resueltos en clase. Por supuesto, se asume que la realidad se puede traducir a las clases según las disciplinas curriculares establecidas por el ministerio, y que hay una y solo una manera de llegar a la respuesta correcta que sólo admite una posibilidad. El que llega a ella, se lleva todos los honores. Quien usa otro camino o llega a otra respuesta, es sancionado. Entonces, los alumnos tienen que tener fe en que lo que el profesor enseña es válido y seguirlo a pie juntillas.
Quien quiera que use un poco de sentido común puede asumir que bajo este ritual ningún alumno aprenderá a crear o innovar y que a ningún alumno le interesará la carrera de investigador científico.
Ahondando un poco más preguntémonos ¿por qué todos los alumnos tienen que estudiar en la misma edad los mismos temas y de la misma manera? ¿En qué centro de investigación se ha encontrado una realidad equivalente a la que forja esa escuela que no estimula el pensamiento libre, la elección de temas según el interés de los alumnos, la interdisciplinariedad para abordar los temas, el uso de fórmulas y teorías solamente si tienen validez comprobadas?
El problema es que una docencia orientada a abrir la mente de los alumnos y a navegar hacia los infinitos horizontes a los que esta pudiera llegar, no es algo que se pueda planificar al detalle con los tradicionales formatos de elaboración de programas de clases, que pretenden preestablecer hora por hora qué es lo que los alumnos van a hacer, antes de que lo hayan hecho. Así, concederle libertad al alumno para pensar y seguir su propia motivación para investigar parte por darles las mismas prerrogativas a los maestros al diseñar sus programas de clases. Eso supone un sistema de gestión escolar "siglo XXI" muy diferente a la vigente que viene del siglo XVIII o XIX.
¿Cuántos años tendremos que esperar para verlo?