La democracia y la política necesitan la presencia de distintas corrientes y opciones del espectro social, para el fortalecimiento de la institucionalidad del país: conservadoras o progresistas, de izquierda. Partidos políticos con organización, institucionalización y funcionamiento democrático, si no es así, se genera incertidumbre.

Conquistas sociales como la jornada de 8 horas, vacaciones, gratificaciones, jubilación, seguro médico y educación gratuita, expresan institucionalidad. Además, son producto de la lucha y la existencia de posiciones progresistas que las acompañaron e impulsaron.

Tras los resultados del 26 de enero, la presencia de la izquierda en el Congreso será menor que en el período anterior, entre otras razones, por su afán terco en dividirse. En los países de América Latina, donde la izquierda llegó a ser gobierno, ha desarrollado diversas experiencias de unidad: Mas en Bolivia, Frente Amplio en Uruguay, FMLN en El Salvador.

En el Perú, desde la gran experiencia de los años 80 con Izquierda Unida, obtuvimos gran presencia el 2016 para desperdiciarlas nuevamente este 2020. El día que podamos avanzar en aprobar una propuesta programática de unidad y propuestas posibles de mejor calidad de vida, otra puede ser la historia del país y la sociedad.

Propuesta programática de unidad para avanzar en principios democráticos de decisión y elección: “un militante, un voto” puede ser para avanzar en desterrar la desconfianza instalada entre nosotros. Las viejas prácticas, hoy renovadas, deben ser abandonadas. Ese es el reto.

Y queremos ser claros: quien haya estado involucrado en actos de corrupción deberá responder ante los tribunales por su actuación, sea dirigente o militante de base. De otra manera no podremos ser una verdadera alternativa de gobierno y poder en el país.