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La clasificación de la selección peruana al mundial de Rusia 2018 generó una de las celebraciones más grandes en la historia del país. Si hubiera mediciones sobre la felicidad, seguramente marcarían que uno de los picos más altos ocurrió el último 15 de noviembre. Esta gesta no solo fue deportiva, sino también social. No solo los jugadores se unieron, sino todos los peruanos en busca de un objetivo común. Un claro ejemplo para la clase política que se ha desbarrancado producto de las disputas, los ataques y los insultos; si esta no se une en torno a los ideales y a las expectativas de la gente, seguirá rumbo al descrédito.

La selección peruana ha movilizado a un país. Como decía el exfutbolista y extécnico argentino Jorge Valdano: “Nadie lo ha medido, pero quizá el fútbol sea el primer agitador de emociones en toda sociedad”. Las emociones y pasiones han sido tantas luego del gol de Jefferson Farfán que algunos reportes científicos han manifestado en las redes que se activaron alertas de sismo, producto de vibraciones subterráneas.

Por supuesto, también hay repercusiones económicas. Los especialistas sostienen que los rubros comercio y servicios aumentaron por el regreso de la selección peruana a un Mundial luego de 36 años. El impacto sería de 350 millones de dólares y ello haría crecer el PBI.

Lo cierto es que esta sensación de bienestar del pueblo peruano se alargará hasta el Mundial. Esperamos que se prolongue más allá del torneo de Rusia no solo con buenos resultados deportivos, sino principalmente por políticas públicas para que el Perú encuentre el desarrollo tan ansiado.