La candidata Verónika Mendoza expresó hace algunos días que se debe poner algunos límites a los medios de comunicación que desinforman. Esto generó muchas reacciones, pero el peligro aquí es que se deje abierta la posibilidad que más adelante la libertad de expresión se adapte a los deseos de quien gobierna, una característica de los políticos autoritarios, pero también congelados, fosilizados y de reflejos arcaicos. Hay que entender que nos es necesaria la intervención del Estado ni que haya regulaciones del Gobierno de turno para que la gente acceda con total libertad  al contenido de los medios.

En tanto, el candidato César Acuña actuó decididamente contra la editorial y el periodista que publicaron el libro “Plata como cancha” y quiere detener su difusión. El autor ha dicho que es un “intento de censura”. El líder de APP respondió que hizo la denuncia respectiva “en defensa de mi honor”, un argumento que muchos dictadores han usado para cerrar medios en el Perú y en todo el mundo.

Mención aparte merece Rafael López Aliaga, que con sus bravuconadas y alto grado de intolerancia contra un sector de la prensa, ha dejado en claro su incomodidad con algunos medios. En este caso también debemos dejar en claro que una intervención contra la libre expresión solo servirá para el privilegio de algunos poderosos, cuando el único privilegiado tiene que ser el ciudadano.