La elección al Congreso es transcendental y nuestros líderes deben proponernos candidatos idóneos. Los congresistas influyen en nuestras vidas más de lo que imaginamos: deciden sobre nuestros hijos, nuestro matrimonio, nuestra economía, nuestra salud, nuestra vejez; las carreteras, puertos y aeropuertos, el agua y la luz, nuestras instituciones y hasta nuestras disputas con otros países.

Los partidos peruanos no son “tan” partidos y tratan ansiosamente de “jalar” votos buscando candidatos con un caudal electoral propio, no importa si por el deporte, la actuación, el escándalo, porque se te murió un familiar o cualquier forma de notoriedad.

Ello está mal.

Hay que juntar dos conceptos: un congresista idóneo y con arrastre popular.

Un congresista idóneo debe ser honrado, transparente, eficiente, conocedor de lo público, optimista, trabajador, que no se deje influir por los aduladores, que tenga claro que sirve al ciudadano y no que se sirve del país. Debe entender lo que es justo y poder prevenir favoritismos. Ser un buen negociador y comprender que la política se basa en buenas negociaciones con el resto de los partidos. Un congresista debe tener buen juicio cuando toma decisiones, ser confiable, tener tacto y cumplir la ley. Es importante que sea ambicioso, pero entendiendo los límites del poder y nunca debe olvidar de dónde proviene.

Por eso les pedimos a nuestros partidos que revisen sus listas con estas condiciones en mente. No necesitamos candidatos cumpliendo todas estas características, pero sean serios en la elección de sus postulantes al Congreso y dejen de pagar favores políticos porque los peruanos nos quedaremos cinco años con estos “legisladores”.