Desde ayer los peruanos hemos comenzado a ser testigos de lo que sería el inicio del largo camino para derrotar a la pandemia que ya nos viene costando más de 100 mil vidas. En Lima se han iniciado las inmunizaciones, mientras que las dosis para las regiones más afectadas han sido despachadas desde el Callao por vía aérea. Nadie puede quitar esa alegría a los peruanos, por más que hasta ahora se trate solo de 300 mil vacunas para 150 mil personas.
Sin duda el camino será largo. Quizá sea necesaria una gran parte de este año 2021 para inmunizar a todos a través de tres etapas establecidas por el Ministerio de Salud. Mientras tanto, la lucha contra el COVID-19 continúa desde todos los frentes. Y precisamente uno de ellos es el que tiene que ver con el oxígeno medicinal que sigue escaso incluso en Lima, y no deja de ser una de las causas de muerte de muchos de los contagiados.
A diario los medios reportamos los dramas que se viven en los lugares de venta de oxígeno. El más conocido es el del Callao de propiedad de Luis Barsallo, llamado el “Ángel del oxígeno”, pero hay muchos más. Por ejemplo, tenemos otro punto en Villa El Salvador, donde las historias también son de espanto. ¿No hay forma de que Estado y privados se unan para paliar este problema que no logró superarse a pesar de las advertencias que el año pasado nos dejó la primera ola de contagios?
Cómo será de urgente la necesidad de contar con oxígeno medicinal, que por estos días están proliferando mafias alrededor de este producto. Lo ha denunciado días atrás el empresario Barsallo, mientras que en las últimas horas el alcalde de un distrito de Lima ha sido amenazado con una granada en la puerta de su casa, por estar distribuyendo gratis este elemento que de faltar, puede provocar la muerte de mucha gente.
La llegada de las vacunas es una buena noticia, por más que haya gente interesada en bajarle la llanta. Pero mientras llegan más dosis, es necesario atender la necesidad de oxígeno al menor precio posible o gratis. Hemos visto iniciativas privadas que son muy saludables, en las que han tenido que ver privados y la Iglesia Católica. Pero hasta ahora los esfuerzos resultan insuficientes para la magnitud de la emergencia. Mientras tanto, la gente sigue muriendo.