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Como dijera el papa Francisco, sin maternidad la sociedad sería inhumana. La maternidad no solo hace bien a los hijos y a la sociedad en su conjunto, sino también a la mujer, ya que justamente en el ejercicio de su maternidad, que es amor gratuito, experimenta que la verdadera donación es fuente de vida y de gozo para ella misma.

Saludo con afecto a todas las madres en su día. Las felicito por haberse abierto a la vida, también a aquellas que tal vez salieron embarazadas sin proponérselo, pero que siguieron adelante con ese embarazo. Agradezco a las mamás por el bien que hacen en la familia y en la sociedad. ¡Sigan así! Pero también quiero acercarme a aquellas mamás que por distintas razones no llegaron a culminar su embarazo y a dar a luz a un niño en este mundo. Aquellas que perdieron al niño de modo espontáneo, sin proponérselo, y aquellas que, tal vez por diversas presiones, lo sacrificaron de modo voluntario. A todas ellas quiero decirles que ese bebito que comenzaron a llevar en su seno, aunque no haya llegado a habitar este mundo, sigue existiendo; porque una vez que la vida comienza, ya no acaba nunca; y ese hijito, lo hayan conocido o no, lo hayan perdido en forma involuntaria o voluntaria, sigue siendo su hijito y, aunque de un modo que nosotros aún no conocemos, sigue vivo y, por tanto, en relación con ellas. Y si alguna mamá está sufriendo las consecuencias de haber rechazado la vida, quisiera que sepan que Dios las perdona y que en la Iglesia las esperamos con los brazos abiertos para ayudarlas a reconciliarse con Dios y consigo mismas. Vengan y lo verán. ¡Feliz Día de la Madre para todas!