La tormenta política se agrega a la catástrofe sanitaria y económica causada por la ostensible mala gestión del gobierno de Martín Vizcarra. Una nueva crisis, ésta vez de suma gravedad, por audios escuchados en el Congreso, que involucran al gobernante y cuestionan su capacidad moral para permanecer en el poder. Los defensores y amigos de Martín Vizcarra quieren presentar todo esto como un circo con payasos grandes y chicos. Así proyectan desarmar un presunto complot contra el gobierno democrático. Entre los clowns está el tantas veces mencionado Richard Swing, que dispuso de más de una hora mediática en cadena nacional, en radio y televisión, con ansiosos periodistas pendientes de su patética importancia, de su absurdo protagonismo, de sus fanfarronadas y de sus poses para no decir nada. La prensa comparsa de una situación absurda y ridícula. Mientras que con su arrogante respuesta, Martín Vizcarra intentaba librarse atacando a los denunciantes, sin espíritu de enmienda ante una participación que no pudo negar. Su voz está en los audios de la vergüenza. Y su admisión fue tácita, aceptó que fueron grabados en una reunión normal de trabajo. Pero normalidad no puede ser la mentira ni la obstrucción a la justicia, y menos la manipulación de testigos o la alteración de pruebas en investigaciones vigentes. Lamentable que se discuta incapacidad moral y una probable organización criminal en Palacio. Hay antecedentes para defender la democracia en la cual la confianza en el gobernante es esencial.  Y todo esto oscurece el panorama electoral. No olvidar la necesidad del gobernante de continuar para protegerse de las acusaciones políticas y penales que le esperan. Lo dijo fuerte Enrique Ghersi, el presidente está moralmente terminado. Su pretendida indignación ante la corrupción no va más. No sabemos si la vacancia será aprobada pero sí que Martín Vizcarra es ya más que un pato rengo, un hombre éticamente lesionado y gravemente acorralado.