Aunque esta Navidad será diferente para toda la humanidad por la pandemia, sigue siendo el acontecimiento más trascendente de la cristiandad y por su envergadura, seguirá concitando por siempre la atención mundial.
El nacimiento de Jesús fue el punto de quiebre de la sociedad internacional del mundo antiguo, marcando cronológicamente el antes y el después para toda la civilización occidental y de otras partes del planeta, por eso Jesús de Nazaret, hoy viernes 25 de diciembre, cumple 2020 años de edad.
Aunque no hay credo más importante que otro pues todas las religiones lo son para sus fieles, resulta incuestionable que el cristianismo es la más transversal de todas. Lo voy a explicar.
Jesús, más allá de ser Dios y hombre para los católicos, fue el mayor revolucionario de la humanidad de su época, y su inobjetable protagonismo se hizo visible en un mundo donde la desigualdad entre las personas -la esclavitud era parte de la normalidad social-, que fue legitimada por sabios como Aristóteles, el nazareno terminó cuestionándola y hasta la enfrentó proclamando la igualdad entre los hombres, al insertar en el pensamiento social universal los conceptos de amor al prójimo y caridad, totalmente ausentes en la escala axiológica de la sociedad en que nació y vivió.
Con Roma como hegemón del mundo antiguo donde la región de Judea quedó convertida en una provincia del poderoso Imperio, Jesús vino al mundo en un pesebre, legando a los pueblos la humildad, otro valor también inapreciable en su tiempo.
Su impacto alcanzó al derecho internacional siendo la Navidad apreciada -no solo durante la Edad Media como se sostiene con frecuencia- como el mejor momento para la paz, promoviendo las treguas y el final de las guerras, de allí que en medio de una historia internacional determinada por el conflicto como regla, constituyó un tiempo no solo de formidable contexto para el perdón y la reconciliación, sino, además, para la negociación, constituyendo el momentum idóneo para la gracia de los condenados, decidiéndose el indulto, las amnistías, y hasta la conmutación de las penas. Por todo lo anterior, la Navidad relieva por su legado ecuménico, es decir, universal.