El presidente Pedro Pablo Kuczynski no puede levantar la bandera de la lucha contra la corrupción si es que no es el primer funcionario del país en mostrar transparencia. Por eso, al margen de si es su potestad recibir o no a la comisión “Lava Jato” del Congreso de la República, creemos que no es una buena señal para el resto de ciudadanos esconderse bajo el manto de la investidura presidencial.

Es más, el Mandatario ha perdido una oportunidad de oro para echarle luz a las sombras de las dudas sobre su actuación como ministro durante la época de Alejandro Toledo en el caso de la carretera Interoceánica Sur, que involucra a la empresa corrupta Odebrecht. ¿Acaso declarar no es una chance, en vez de una desventaja? Responder por carta, como lo dice el Ejecutivo, no es muy honroso.

Por si fuera poco, el primer ciudadano del país, quien debería mantener la cordura frente a la crispada coyuntura política, se lanza a calificar de “circo” la actuación de una comisión del Parlamento que, quiera o no, representa a un poder del Estado en donde reposan los votos del resto de la población. Un desatino propio de un perfil político que no queremos para un presidente.

Este grupo parlamentario no tiene rango de juez para sentenciar o someter a un procesado a un interrogatorio, pero cumple una función indagadora sobre lo que ocurrió con el manejo de los recursos de todos los peruanos. Por eso es necesario que, justamente, sea el hombre más importante del país, quien debería mantenerse incólume frente cualquiera acusación, el que aclare su participación en el manejo del dinero del Estado. No es mucho pedir.