Italia reporta 846 muertos por coronavirus en un día. Alemania reporta 500 muertes en un día. Francia reporta 790 muertos en un día.
Esta película ya la vimos hace meses, señores y señoras. Ocurrió durante el primer semestre del año. ¿Recuerdan cuán lejos veíamos entonces al COVID-19 de nuestra realidad? ¿Recuerdan que las primeras alarmas saltaron desde el norte del país, de regiones como Piura y Lambayeque?
La historia parece repetirse y aquí muchos estamos cayendo en el mismo error: subestimar al enemigo invisible, pensar que aquí la cosa no será grave; asumir que posiblemente, como esto es el Perú y acá somos peruanos, carajo, pues no será lo mismo, no dramaticen.
Cuidado. Repito: estamos cayendo en lo mismo.
No nos vamos a morir si no celebramos las fiestas como siempre las hemos celebrado. Eso no nos va a matar. Sin embargo, en Piura y Tumbes los hoteles están copados para recibir el año nuevo en la playa y a lo grande, no cabría ya ni un alfiler. Y esto en el norte, el norte que fue el que más sufrió durante la peor ola de la pandemia, y que en las últimas semanas, cuando el virus ha tenido un desarrollo silencioso, asintomático, ha generado un relajo prácticamente unánime sin mascarillas o con mascarillas mal puestas, de retorno a la vieja normalidad.
En Europa los gobiernos disponen férreas restricciones para estas fechas. La canciller alemana Angela Merkel, al borde de las lágrimas, manifestó que hay que salvar vidas, no la Navidad. Aunque duela, aunque sea duro, quinientas vidas no puede ser el precio a pagar.
Aquí, mientras tanto, las fiestas se anuncian con libertades avasalladoras. La gente está más preocupada en que les impongan cuarentena, antes que en el rebrote del coronavirus. Diciembre será una dura prueba. Será probablemente definitoria para lo que viene en 2021.