Para nadie es un secreto que las prisiones en el país pueden ser rígidas dependiendo del visitante. En el caso de Antauro Humala, las autoridades del INPE siempre han sido condescendientes por tratarse de un supuesto líder político, cuando en realidad es un condenado por homicidio.Es fácil hacer política desde una celda. Gregorio Santos es un ejemplo de esto. El cajamarquino ganó una elección para gobernador regional desde un penal, pese a las restricciones que debió tener. ¿A qué se debe este tipo de privilegios?Alberto Fujimori nunca dejó de hacer política desde su celda en la Dinoes. Una de sus últimas jugadas fue salvarle el pellejo a Pedro Pablo Kuczynski, cuando era jefe de Estado, hipotecando el respaldo de un grupo de congresistas naranjas.Tiempo atrás, el reo Agustín Mantilla tenía una cuota de poder en el Apra, aunque su dirigencia lo negó en todos los idiomas. Varios provincianos, postulantes a un cargo público, acudían a su cárcel. A estos se les calificó como miembros del “club del beso” por el peculiar saludo protocolar.Hoy, el preso por homicidio no es un simple agitador de masas. En esta oportunidad dirige a una bancada congresal, liderada por el procesado Edgar Alarcón, a la que conmina con éxito a desestabilizar el país con el único motivo de crear el caos para alcanzar el poder y no cumplir su condena.Así como algunos calificaron de “ciudadanos de segunda clase” a un grupo de indígenas, el INPE selecciona a los presos según su procedencia. Pasa en un país donde el recurso político influye hasta en la manera de cumplir una sentencia condenatoria.

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