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Cuando en julio del 2016 asumió las riendas del país, el presidente Pedro Pablo Kuczynski prometió al Perú que cinco años después, en julio del 2021, en nuestro Bicentenario, entregaría el mando habiendo creado sistemas de atención pública en salud y educación de calidad y de acuerdo con la dignidad humana, pues estaba y está claro que los servicios que se prestan a los más pobres son, en líneas generales, un verdadero desastre.

Pasaron muchas cosas y en marzo de este año Kuczynski renunció al cargo en medio de un escándalo. Así se inició la administración de Martín Vizcarra, quien dio un giro positivo en muchos aspectos por más que venía de ser el vicepresidente de su antecesor. Los cambios eran necesarios; sin embargo, lo que debería seguir vigente es el ofrecimiento de hacer realidad la promesa de dotar al país de servicios de salud y educación eficientes.

No puede ser que la anemia esté en aumento o que seamos un país donde los ancianos y los niños se mueren de frío. Recordemos que entre enero y mayo del 2018 murieron 414 personas mayores de 50 años y 75 niños menores de cinco años. O que las emergencias de los hospitales públicos sigan siendo una pesadilla donde los pacientes no tienen ni camillas para esperar, o que los colegios estatales funcionen sin ventanas y con docentes que tienen muy poco que aportar.

Es bueno que el presidente Vizcarra esté pendiente de las necesarias reformas políticas, electorales y judiciales, y de apoyar, como ayer, a jueces y fiscales que cree que están trabajando bien en la lucha contra la corrupción. Pero también es importante que por más que haya sido una promesa del renunciante expresidente Kuczynski, al que pocos amigos le deben quedar, el Mandatario cumpla con dar a los peruanos lo más elemental que puede brindar un Estado: salud y educación de calidad.

Sería una vergüenza si dentro de dos años y medio, el día en que cumplamos 200 años como país, al menos no se hayan creado las condiciones para revertir las estadísticas patéticas que sigue mostrando el Perú en salud y educación. De poco servirá tener un mejor sistema político y judicial si continuamos con niños anémicos o muertos de frío por eventos climáticos previsibles, o con escuelas donde no hay carpetas ni pizarras.