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Martín Vizcarra es, dentro de todo, un presidente popular, y así lo afirman las cifras: 66% de aprobación y tan solo 28% de desaprobación, según la última encuesta de Datum Internacional. Para muchos, sin embargo, el Mandatario se habría ganado la popularidad a punta de medidas populistas y complacientes que, en un país harto, resultan atractivas, pero poco hacen por enrumbar al Perú más allá del infantil pleito entre el Congreso y el Ejecutivo.

No obstante, si lo que para algunos está en duda es la verdadera capacidad de Vizcarra de gobernar un país, la prueba de fuego ha llegado, y está en el sur. Ya lo anunció él mismo: al menos 10 fallecidos, 1800 damnificados y unas 8 mil personas afectadas es lo que vienen dejando las lluvias y huaicos en el sur del país.

La primera interrogante ante este devastador escenario es la misma que todos los santos años: si los deslizamientos y huaicos ocurren siempre, ¿dónde estuvo la prevención del Gobierno? Según cifras del Ministerio del Ambiente, en el Perú el 32% de la población -¡casi un tercio!- se encuentra asentada en territorio de vulnerabilidad alta a muy alta; es decir, la tragedia está cantada.

La segunda, sin embargo, podría reforzar o sepultar el heroísmo de Vizcarra: ¿podrá manejar el Gobierno esta emergencia? Porque, definitivamente, no habrá referéndum ni declaración popular que detenga los desastres. Es ahora cuando el Presidente tendrá que probar que no le queda grande el cargo. Deberá, pues, gobernar. De pasar la prueba de fuego, Vizcarra podrá cerrarle la boca a quienes lo consideran un presidente incompetente y netamente populista. Habrá que ver.