Se suele decir que los jóvenes de hoy son apáticos e indolentes porque no participan en política o que son indiferentes ante los temas centrales de la vida política de su país. Sin embargo, la reciente movilización protagonizada por nuestros jóvenes peruanos, a raíz de la vacancia del expresidente Vizcarra, ha dejado claro que esta apreciación no se corresponde con la realidad.

Al reclamo de los jóvenes por las decisiones tomadas por el Congreso presidido por Manuel Merino, se sumó otro que exigía que las marcas retirasen sus auspicios de ciertos programas periodísticos transmitidos por Willax. En opinión de los jóvenes demandantes, los periodistas de ese canal de noticias se burlaron de los manifestantes presentándolos como violentos y manipulados, sin pensamiento ni motivación propia. Como reacción, los jóvenes manifestantes decidieron castigar a este medio llamando al boycott contra las marcas auspiciadoras.

Esta manifestación pública de reclamo por parte de los jóvenes es una nueva forma de participación política conocida como “activismo del consumidor” (political consumerism, en inglés) mediante la cual el ciudadano -los jóvenes en este caso- expresan su rechazo -o aprobación- por la actuación de las empresas o las marcas que las representan y manifiestan su desacuerdo –o acuerdo- utilizando mecanismos de mercado. El activismo del consumidor tiene dos manifestaciones: boycott y buycott. En el primer caso, el consumidor castiga a la empresa porque no está de acuerdo con su actuación, para lo cual ejerce su poder como consumidor dejando de comprar sus productos o marcas. Contrariamente, si el consumidor está de acuerdo con la actuación o la posición adoptada por la empresa respecto del tema en cuestión (la vacancia del expresidente Vizcarra), premia a la empresa no solo comprando sus productos sino, también, promoviendo que otros los compren (buycott).

El “activismo del consumidor” es una práctica que se observa en Europa y, principalmente, en los países nórdicos desde hace muchos años. Pero es un fenómeno relativamente nuevo en el Perú. La reciente manifestación de nuestros jóvenes en las calles y su llamado a castigar a las empresas cuya actuación colisiona con sus valores y principios, es una señal de madurez cívica que nos devuelve la esperanza en nuestro país y nos permite decir que el Perú sí tiene futuro.