Los electores de Tumbes, Piura, Cajamarca y Áncash irán a una segunda vuelta y tendrán la gran oportunidad de brindarle el respaldo a un gobernador regional. Al menos conseguirán darle más del 50% de su apoyo, a diferencia de otras regiones, como La Libertad, donde la electa autoridad no llega ni al 35%.

Lamentablemente, el proyecto de elevar la valla a 40% de votos para el cargo de gobernador regional no fue aprobado por el pleno del Congreso, con lo que perjudicó a los electores de provincia, quienes tenemos que lidiar con autoridades sin una mayoría absoluta en las calles.

El poco respaldo popular de un gobernador regional origina el tambaleo y los arreglos bajo la mesa para sacar adelante una gestión. Si una autoridad gana con 32%, tendrá que bregar mucho para cumplir sus cuatro años de gestión. Si giramos el lente, habrá un 68% que no deseó colocarlo en el cargo.

Por si fuera poco, si llegan a tener un Consejo Regional en minoría, los gobernadores regionales pasarán las de Caín. La combinación del poco respaldo ciudadano con una fiscalización desbordante es peligrosa para la gobernabilidad. Y después se preguntan por qué hay tanta autoridad corrupta. Tienen que comprar votos, pues.

En La Libertad, por ejemplo, el electo gobernador Manuel Llempén, de APP, llegó al 32.8% de votos y no contará con mayoría en el Consejo Regional. Deberá tener buena cintura y agarrar bien el timón de ese barco para que pueda culminar su gestión, salvo alguna otra maniobra política.

Con este panorama, salvo Lambayeque, cuyo virtual gobernador Anselmo Lozano obtuvo más del 40% de los votos, quienes tienen más oportunidades de concretar un buen gobierno son aquellos candidatos que llegaron a la segunda vuelta. Algunos solo alcanzaron un 20%, pero tienen este tiempo para mejorar sus propuestas y contar con un respaldo más decente.