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Cómo será de complicada la situación judicial de Alejandro Toledo, que desde que cayó en desgracia al conocerse la descomunal coima que había recibido de Odebrecht a cambio de darle la construcción de un tramo de la Interoceánica, no tiene una sola persona, una, que salga a defenderlo como ha sucedido con otros personajes caídos en desgracia que daban la cara, aunque sea para hacer el ridículo y a causar entre pena, indignación y risa.

En el caso de Toledo, solo vemos a su empeñoso abogado Roberto Su tratando de explicar lo inexplicable. Ya no hay nadie más para que salga a contarnos que el hombre de Cabana está detenido en Estados Unidos por culpa del “fujiaprismo” o porque es víctima de una venganza por la Marcha de los Cuatro Suyos, que es lo que algunos, que hoy se hacen los desentendidos, sostenían cuando en 2013 se hizo público el “asombroso” crecimiento del patrimonio inmobiliario de su líder.

Hoy Toledo, el amigo de todos los amigotes con los que se iba a Punta Sal en el avión presidencial, el que cantaba “Amor, amor” ante la mirada embelesada de sus incondicionales y el aplauso de los “chakanos” que lo veían como la reencarnación del guerrero Pachacútec, el que se presentó ante los peruanos como el refundador del país, la honestidad y la democracia; no tiene a nadie que aparezca en un canal de televisión o cargue una pancarta reclamando su inocencia.

Es el triste y patético final de un político que jamás, bajo ningún motivo, debió llegar a ser presidente del Perú, un cargo honrosísimo al que solo accedió por el difícil momento que pasaba el país en 2001 y gracias a personajes para el olvido que hoy por poco dicen que no conocen a Toledo, que nunca lo han visto por aquí. Esto debería servirles de lección a todos aquellos que sueñan con llegar al poder con el verdadero propósito de “asegurar” el futuro.

Desde el lunes, Toledo está sintiendo el peso de la justicia por los actos cometidos mientras se desempeñaba como presidente del Perú y personificaba a la nación. Aún si hoy logra salir en libertad condicional tras la audiencia ante el juez Thomas S. Hixson, será muy difícil, contra todo pronóstico, que se libere de la extradición para que responda por los delitos que se le imputan. Quedan muy pocos espacios para la duda sobre su eventual culpabilidad. La cárcel es su seguro destino.

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