Ayer sonó hasta casi conmovedor escuchar uno de los principios por los que el ministro del Economía y Finanzas, Alonso Segura, cree que nuestras gratificaciones de julio y diciembre deben recibir descuentos en los próximos años. Se trata del principio de solidaridad de los peruanos para, con nuestro dinero, apoyar a que -por ejemplo- el servicio de salud llegue también a quienes menos tienen.

Y este principio de solidaridad me llamó la atención precisamente porque es el sistema de EsSalud el que no se maneja de forma solidaria con todos los asegurados. Por ejemplo, sacar una cita en el seguro, para que la misma te la brinden un mes después, es un acto desconsiderado con todos los usuarios que cada mes aportan parte de su sueldo para utilizar el seguro público cuando se requiera.

Entonces, ¿cómo creen que se siente alguien que, con este trato de desatención, debe pagar el doble en julio y diciembre por un acto de solidaridad? Pues, realmente, un tonto, con una impotencia terrible, un golpe a su orgullo al no poder hacer nada para que el Gobierno actúe de manera razonable: brinde un buen servicio de salud y no disponga los descuentos en las gratificaciones.

Lo ha dicho Segura, con el tono de que el Gobierno no cuestiona la exoneración de los descuentos de las gratificaciones para este año, pero durante el mismo pide analizar el tiempo de la propuesta aprobada por el Congreso de una manera, según afirma, antitécnica (exoneración definitiva de los descuentos en la “grati”).

Creo que si EsSalud brindara un servicio más o menos eficiente, los usuarios serían más solidarios con el sistema de salud pública. Pero así como está es bien difícil que los trabajadores respalden la orden de que salga más dinero de sus bolsillos para contrarrestar el monto que otros peruanos no pueden aportar. A veces, uno siente que el Estado te mete la mano y, en respuesta, solo asentamos la cabeza.