Una tímida resolución judicial los acaba de reponer en la Universidad Nacional de Piura. Los botaron en la misma cara de la Sunedu, la autoridad máxima del sistema universitario peruano. Fue en el último día de una gestión que, a decir de muchos piuranos, reúne todas las condiciones de una organización mafiosa.
Los expulsaron de la Universidad porque son los opositores del grupo que domina hace más de dos décadas este claustro académico público de los piuranos. Van a cumplir un año sin rector legalmente elegido, tras intentos corruptos de imponer un sucesor del mismo clan.
Todos los piuranos miramos expectantes cómo funciona, con eficiencia, un entramado tejido a lo largo de muchos años, teniendo como principales protagonistas a fiscales y jueces que, en algún momento, recibieron algún tipo de beneficio de la UNP. Becas, títulos, grados, cátedras, doctorados honoris causa, y vaya uno a saber.
Muchos de ellos van y vienen de las salas de la corte a los salones de clases. Hay parientes, amigos y otras cosas, de unos y otros, aquí y allá. Redes, como la telaraña. Así es como, gracias a este milagro, las carpetas, los expedientes se quedan encajonados, pasan al final de la ruma, se olvidan. Sabiendo cómo funcionan los “cuellos blancos”, no nos llama la atención porque estamos en el gran infierno del pueblo chico.
Pero sí sorprende que siendo la Sunedu tan eficiente en otros casos y en otras ciudades, deje hacer y deje pasar tanto. Algunos están pensando que están esperando que, tras las elecciones, algún cargo en el próximo congreso les de impunidad e inmunidad. Recién se acordarán que aquí tienen un año sin rector en la universidad de nuestros impuestos.