La Sunedu y los apristas

Con las disculpas del caso para algunas buenas autoridades universitarias y mentes luminarias, cada vez que algún ente fiscalizador ha intervenido estas casas de estudios superiores, en especial las del sector público, ha encontrado hasta heces de ratas en los estados financieros.

Por eso, la independencia que le otorga la Constitución a las universidades ha sido mal interpretada por sus administradores de turno, para hacer de estos centros de estudios una tienda comercial donde reina la informalidad y la sinvergüencería.

Por lo mismo, no causa gracia cuando la causa aprista, encabezada por el congresista Javier Velásquez Quesquén y defendida en el foro por su par Mauricio Mulder, da a entender que la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu) trasgrede la Carta Magna y es intervencionista en el fuero independiente de las universidades.

Por favor, el único argumento aprista es que la Sunedu obedece al gobierno de turno y se corre el riesgo de que se manipule políticamente a las universidades, como si la manipulación fuera una exclusividad de los grupetes de alumnos y profesores que manejan por ahora algunos de estos centros de estudios.

Es más, quienes quieren la modificatoria de la Sunedu apuntan a que algunos rectores, precisamente de las universidades en cuestión, integren una comisión importante que fiscalizará a las mismas. Es decir, que vuelva un sector de la argolla de la desaparecida Asociación Nacional de Rectores (ANR).

Las universidades son centros de cátedra para formar a la masa cerebral que moverá la economía de un país, no herramientas de poder para enriquecerse ni menos para ofertar chamba. Acá se han olvidado de la formación de los alumnos y reina muchas veces el interés particular.

Quienes han elegido a sus representantes en el Congreso de la República no creo que lo hayan hecho pensando en liberar a las universidades del órgano controlador, si lo que se quiere es que estos centros de estudios sean verdaderos lugares de investigación y no fábricas de imbéciles.