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La versión especulativa de que la izquierda peruana quizá alcance un tercio del próximo Congreso ya empieza a poner nerviosos a muchos. Hay otros que no están nerviosos sino alterados con el "se los dije", que unas veces era pretexto para mantener el statu quo, y otras para salvarse de la persecución penal que les corresponde, no por demócratas de derecha sino por corruptos. El derrumbe de dos gobiernos muy cercanos, el de Evo Morales en Bolivia y el de Sebastián Piñera en Chile, pone en cuestión dos modelos sustancialmente distintos, hasta opuestos en sesgo ideológico, económico y social. Sin embargo, ambos han llegado a una situación de crisis y caos social porque creyeron en su "modelo" sin posibilidades de autocrítica y reajustes, hasta que reventó la olla de presión a la que sometieron a su régimen. Cuando pierdes la capacidad de escuchar a los gobernados, te encuentras con estas sorpresas. De manera que esa monserga de andar gritando a los cuatro vientos que si eres de izquierda o derecha, que si eres caviarón o no, está ya bastante desgastada. Es anticuado en tanto tampoco es garantía de honestidad, según el lado en que te ubiques. Ya pasó de moda eso de que los derechos humanos eran propiedad de los zurdos y que todo personaje de derecha era un Pinochet. ¿Por qué no una tercera vía? No me pidan que se las defina ideológicamente, pero basta con mirar a aquellos candidatos que no hacen ningún esfuerzo por etiquetarse con algún membrete o color, ya que todos han sido manchados por la corrupción, al menos en el Perú de los últimos años. Hay políticos limpios y moderados, que creen en la justicia social, que son tolerantes y respetan las creencias y aspiraciones de las mayorías y de las minorías. Nunca los extremos han sido buenos, ni los del centro siempre aguas tibias.