Nunca como ahora tenemos en el Perú una política con ribetes de filme de Halloween, protagonizado por arquetipos del miedo y el espanto que le han quitado el sueño a la población y sonríen de manera perversa desde su escondrijo lleno de telarañas. No puede haber una película más terrorífica que rendirle pleitesía al sanguinario Abimael Guzmán y que algunos “Chuckys” se nieguen a llamarlo por lo que fue: un terrorista hijo de “Drácula” que regó de sangre inocente el país.
Este guion asesino aun es aplaudido por los “Jason” disfrazados de congresistas y hasta ministros que llegaron con el lápiz. Es más, según Jorge del Castillo, un cinéfilo experimentado de la vida nacional, “la afinidad del Gobierno con el senderismo está probada”. “Puka” y “Bonifacio” ya están fuera del Gabinete, para pesar del maquiavélico dueño del circo, pero siguen petardeando al sombrero presidencial en clara señal de que les fastidió que los saquen del rodaje.
Ahora mismo, el “prosor” acaba de regresar de Bolivia, un país donde sigue roncando fuerte Evo Morales, caimán del mismo pozo de Nicolás “Frankenstein” Maduro, con quien también se metió su conversa a escondidas en el marco de la cumbre CELAC, en México, aunque para nosotros las loas que se lanzan entre ellos tienen como lazo “El aro” del extremismo y las ideas desfasadas, para maldición de sus pueblos que viven entre la desilusión y la pobreza.
Y la definición de Halloween más cercana a la realidad que hemos leído es precisamente de una autoridad, Vincenzo De Luca, gobernador de Campania, en Nápoles, y uno de los políticos más conocidos de Italia: “Es una inmensa idiotez, una estupidez que hemos importado. Halloween es un monumento a la imbecilidad”. Y a veces la política también.