El equilibrio republicano solo se alcanza afirmando el consenso. El consenso presupone que las diversas facciones políticas son capaces de firmar acuerdos realistas en donde el Derecho se impone por encima de las venganzas personales. El Derecho es el idioma del consenso, su técnica de poder. Cuando el Derecho es demolido o violentado, cuando la ley es tergiversada por motivos ilegítimos, el consenso se debilita y desaparece. Por eso, sin Derecho no existe verdadera democracia porque la auténtica democracia es la expresión de un Derecho pactado que toda la comunidad política respeta.

Si una facción alcanza la hegemonía violentando el Derecho, la democracia desaparece. Si una facción ejerce la tiranía, el equilibrio republicano colapsa. Eso es lo que ha sucedido en el Perú los últimos años. Una facción se ha encargado de demoler las instituciones para alcanzar la hegemonía sin importar el costo jurídico. Cuando los poderes del Estado y los organismos autónomos son utilizados como instrumentos políticos el país se convierte en un campo de Agramante en el que es imposible lograr consensos y sin mínimos acuerdos el gobierno se transforma en un ejercicio utópico. Después del caos y el desorden surgen las dictaduras.

Liberar al país de la tiranía de una facción es el objetivo fundamental de todo ejercicio democrático. Restablecer el equilibrio republicano es el más importante de los objetivos. Cualquier tiranía se ejerce sobre esclavos más o menos conscientes que pierden voluntaria o in voluntariamente su condición de ciudadanos. Los países prósperos, las grandes naciones no son sociedades esclavizadas por una ideología o por una facción que busca la venganza política por encima del orden jurídico. Para detener la debacle tenemos que afirmar el consenso, incluso entre facciones que buscan objetivos distintos.