La muy lamentable muerte de cuatro soldados del Ejército del Perú en la playa Marbella mientras realizaban un “entrenamiento” que no había sido programado, según ha señalado la propia institución, debe motivar una exhaustiva investigación para sancionar a los responsables, pero al mismo tiempo debe servir como una clarinada de alerta sobre el trato que se da en las unidades militares a los jóvenes que deciden ponerse el uniforme para servir a su patria.

Los tiempos de los “bautizos”, “pruebas de valor”, agresiones físicas y psicológicas y tratos humillantes han quedado atrás, al menos en el papel sobre el que se escriben los reglamentos. Sin embargo, sería bueno que el Ministerio de Defensa, a raíz de la desgracia de Marbella que todos lamentamos, se dedique a verificar si en efecto los jóvenes soldados están siendo tratados como se debe: con rigor y disciplina, sí; pero no con abuso ni prepotencia.

Ha hecho bien el ministro de Defensa, Jorge Nieto, en mostrar su buena disposición a acudir al Congreso para explicar a los legisladores y al país el avance de las investigaciones sobre este hecho, que no puede quedar impune, ya que a la vez podría ser apenas una muestra de los excesos o al menos la informalidad con que se trata a los jóvenes de la tropa. Si esta tragedia ha sucedido en Lima, habría que preguntarnos qué pasa en las guarniciones más alejadas.

Sería bueno, por ejemplo, ver si funcionan los mecanismos que permiten a los soldados o subordinados en general denunciar excesos de sus superiores sin que queden expuestos a represalias. Hace poco hemos visto el caso de un cadete de primer año de la Escuela Militar de Chorrillos que falleció por las presuntas agresiones de un teniente que ya tenía antecedentes por malos tratos a futuros oficiales. ¿Se ha hecho algo por corregir esto?

Los muchachos que ingresan al servicio militar voluntario deben ser cuidados por todos, comenzando por sus jefes, como lo que son: los mejores hijos de nuestro país que visten el uniforme para poner el pecho por los demás si es necesario. El sector Defensa debe ser implacable al sancionar todo exceso de ciertos superiores -no solo en el caso de Marbella-, que en algunos casos deberían estar en su casa o bajo tratamiento por deficiencias en su salud mental.