El 9 de junio de 1815, como hoy, concluyó el Congreso más trascendente de la sociedad política europea de la primera década y media del siglo XIX, realizada en la emblemática ciudad de Viena (Austria), con el exclusivo objetivo de acabar con Napoleón Bonaparte que, una vez ungido emperador en 1804, y luego de invadir los Estados europeos e iniciar campañas de conquista en otros continentes (África, Rusia), modificó geopolíticamente el viejo continente con inevitable repercusión en otras partes del mundo, como sucedió en América, que por esos años vivía la vorágine emancipadora e independentista de España.

Este encuentro en 1815, entonces, que culmina en esta fecha, hace 206 años, y que había comenzado el año anterior, dio paso a la aparición del fenómeno del multilateralismo, escenificado por la reunión de los representantes de los reyes y otros monarcas europeos a los que el gran corzo había defenestrado o desplazado. En esa ocasión estuvieron reunidos los herederos del poder de la estructura política del imperio Carolingio, luego convertidos en absolutistas, con un solo propósito: emprender el reordenamiento del mapa político cuyas fronteras habían sido alteradas por Bonaparte.

En rigor, la reunión en Viena buscó el restablecimiento del statu quo anterior a la Revolución Francesa de 1789, reavivando en la idea dominadora de la “Restauración”, un sistema internacional amparado en el derecho divino para justificar a las monarquías; sin embargo, para la política internacional y para la diplomacia, el Congreso marcó a la sociedad internacional al crear la idea colectiva de las reuniones internacionales, una práctica desconocida en el sistema internacional imperante, surgiendo las cumbres o reuniones ecuménicas de jefes de Estado y de Gobierno para abordar asuntos comunes.

Así, Viena, la capital de la diplomacia del siglo XIX, se adelantó creando la conciencia colectiva de la globalización que hoy vivimos, y enseñó que las cumbres son claves al converger en ellas las políticas exteriores de los Estados participantes, y mostrando imperante a la novedosa diplomacia multilateral, que desde 1945, al final de la guerra de 1939, contamos intacta en el marco de la Organización de las Naciones Unidas, el mayor foro político del planeta.