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De concretarse la llegada al Minnesota United de la Major League Soccer, Alexi Gómez tendrá su cuarta experiencia internacional a los 25 años y su enésima oportunidad para consolidarse, por fin, como un jugador de nivel seleccionable. Y aunque las expectativas cada vez son menores sobre este jugador, sus condiciones siguen dándole crédito: veloz, creativo, potente y polifuncional. Una joya para el mercado siempre y cuando su comportamiento no lo traicione, como ha pasado primero en Universitario y luego en el San Luis de Quillota de Chile y, recientemente, en el Atlas de México. Le dicen la “Hiena” y era uno de los grandes candidatos para quedarse con un lugar en la lista final rumbo al Mundial de Rusia 2018, pero una situación particular, la que protagonizó en México al ser “ampayado” jugando una pichanga con amigos una noche antes de disputar un partido oficial con el Atlas, lo terminó por excluir de cualquier posibilidad mundialista. Se quedó sin selección y, días después, sin equipo. El club de Guadalajara dio por concluido su contrato con desacreditación pública de por medio por parte de los directivos. La oportunidad de volver a la “U” detonó de inmediato como buena noticia, aunque desde la administración se encargaron de desalentarlo. No era negocio deportivo ni mucho menos económico.

Dependerá ahora de su círculo más íntimo conducirlo hacia la profesionalización como deportista. Todavía está a tiempo. Un retorno más al torneo local por la puerta falsa terminaría por confirmar lo que nadie que ame este deporte quiere: que dejó pasar el tren para convertirse en un futbolista de élite.

Historias así hay muchas. Reimond Manco debe ser la máxima expresión en la última década. Un jugador con calidad innegable, pero arrastrado por la mala cabeza. Jean Deza fue otra de las grandes promesas, aunque hoy con 24 años, lucha por una segunda “primavera” deportiva en Sport Huancayo. Ni qué decir de ese lateral rebozante de técnica y potencia en Universitario hace unos años y que hoy disputará la Segunda División con Los Caimanes. Se llama Diego Chávez y con 25 años debería estar -por condiciones naturales- quizá peleando un lugar en la Copa del Mundo. El tiempo no perdona y para un futbolista es aún más letal.