A cuarenta y tres días de los comicios de abril, los peruanos no parecen interesarse mucho en ellos. Hasta pareciera que las toma en broma. ¿La razón? Están buscando sobrevivir, de la pandemia y de la crisis económica. Se hartaron de que el Estado y la clase política les falle. ¿El resultado? Primero, a tan poco tiempo para la elección, ningún candidato aparece como claro finalista a una segunda vuelta que es prácticamente un hecho, lo que significa que hay como siete candidatos con posibilidad real de entrar a “la gran final” del ballotage. Y segundo, que al estar tan disgregado el voto, lo más probable es que el próximo Congreso esté tan atomizado como el actual, donde tal vez - y solo tal vez – quien resulte presidente tenga una ligera mayoría solo relativa.
Estando en un escenario de crisis, prácticamente de guerra, la urgencia del gobierno fuerte colisionará con la realidad electoral. En tal escenario, será fundamental que se conformen coaliciones fuertes y duraderas para dotar al gobierno próximo con el poder y la legitimidad necesarias para emprender las acciones difíciles que le tocarán. Y para ello, serán imprescindibles los articuladores que se eleven por encima de la discrepancia, para lograr los entretejidos de convergencia que permitan al próximo presidente, hacer su tarea.
Y aquí se llega a otro problema. En el Congreso no habrá gente con experiencia precia, ducha en las lides de tejer los consensos y administrar los paños fríos cuando sea necesario. Un Parlamento así puede ser fácil presa del rugir de la calle o de la presión de los medios. Y así, la gobernabilidad peligrará e incluso, la democracia. Porque ante una situación de agravamiento de las cosas, el clamor por alguien que resuelva como sea, no hace sino abrir la puerta a la desesperación y a proyectos autoritarios, que pueden ser de izquierda o derecha, pero que avasallen derechos y libertades. Por tanto, a elegir con seriedad. Esto no es broma.
Eugenio D´Medina es candidato al Congreso por Avanza País