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Si el ritmo que ha tomado la segunda vuelta se mantiene, es decir, si los candidatos en contienda conservan este empate técnico por la Presidencia de la República que muestran las encuestas, el debate que alista el Jurado Nacional de Elecciones para el domingo 29 de mayo -una semana antes del balotaje- será excluyente.

Y lo que se viene es un “face-to-face”, un partido de a dos, un versus, un duelo, una contienda; no como el de la primera vuelta, que más pareció un reality show giseliano, con escasos minutos para la argumentación política, el feedback y el contrapunto, dada la descomunal cifra de postulantes.

“Estoy convencido de que los debates me ayudaron a ser mejor presidente”, confesó Bill Clinton alguna vez. “La gente tiene derecho a conocer todo lo que se pueda para comparar entre candidatos y tomar después decisiones”, apuntó Ronald Reagan en otra ocasión. Dos verdades aparentemente irrebatibles y de las que debieran tomar cabal nota Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski, ya que uno de ellos accederá a Palacio de Gobierno.

Por lo demás, por lo mismo que los aspirantes presidenciales se juegan literalmente la vida, el formato de debate debería esta vez privilegiar el tiempo para el desarrollo de las propuestas electorales en temas fundamentales, liberándolos del ruido de los moderadores -que a veces es muy protagónico- y de las tribunas -que suelen jugar un partido aparte-.

Al final, en el consolidado de los espectadores, las palabras, los gestos, las respuestas, la seguridad, los nervios y sobre todo la explicación de las promesas contarán para definir el voto.