Algunos altos funcionarios de este gobierno le han puesto mucha salsa al debate de hoy sobre la vacancia presidencial. Y es que muy pocos creen que se logrará los 87 votos para dejar sin cargo al jefe de Estado Pedro Castillo, aunque le ponen drama al asunto con el único fin de bajarle la llanta -y desprestigiar aún más- a un Congreso plagado de inexpertos.

La incompetencia nunca fue causal de vacancia presidencial (pese a los indicadores de ineficiencia), pero así lo interpretan ciertos parlamentarios de la oposición, quienes saben que los presuntos actos de corrupción que involucran a gente allegada al mandatario, investigada por la Fiscalía, son por demás vergonzosos, mas no llegan a calar en la investidura de Castillo.

En el segundo gobierno del extinto Alan García, el entonces premier Jorge del Castillo tuvo que dimitir por el faenón de don Beto y León. Nadie en el Parlamento pensó en la vacancia del líder del partido aprista. Lo mismo ocurrió cuando se destapó el seguimiento ilegal a los opositores del mandatario de Ollanta Humala. Se fue del premierato Ana Jara y así acabó el asunto.

Con esto no quiero santificar a Castillo sino, por el contrario, evaluar el comportamiento de un Legislativo con pocas luces neuronales, salvo honrosas excepciones. Aquí un detalle: escuchamos al congresista Montoya darle un mes de plazo al ministro de Salud, Hernán Condori, para que demuestre su trabajo, y, al mismo tiempo, quiere vacar a Castillo.

El Congreso actúa según sus propios intereses. Hoy, por ejemplo, habrá mucho en juego a favor del “jardín” en el que se ha convertido el Legislativo. Acción Popular, APP, entre otras bancadas chiquitas, prefieren morir en la vergüenza que actuar bajo ciertos principios. Y de eso sabe muy bien el gobierno, que aprovecha políticamente la orfandad moral de estos.