A propósito de que Martín Vizcarra cavó su propia tumba política por un ya evidente trastorno de mitomanía (aunque dicen que en Perú no hay cadáveres políticos), cuenta una conocida leyenda, plasmada magistralmente por el pintor francés Jean-León Gérôme, que cierto día la VERDAD y la MENTIRA se cruzaron.

-Buenos días, dijo presurosa la mentira.

-Buenos días, respondió la verdad.

-Hermoso día, apuntó la mentira.

Entonces la verdad miró al cielo, oteó el horizonte… y sí, lo era.

-Hermoso día, confirmó la verdad.

-Todavía más bello está hoy el lago, acotó la mentira.

La verdad divisó una y otra vez el lago… y sí, la mentira decía la verdad.

-Cierto, el lago está esplendoroso, asintió la verdad.

Y la mentira, corriendo hacia el agua, exclamó:

-¡Vamos a nadar, el agua está en su punto, pruébala!

-La verdad se acercó temerosa, tocó el agua, la sintió rica para el chapuzón y decidió confiar en la mentira.

Luego de quitarse la ropa, las dos se lanzaron al agua y estuvieron nadando largo rato hasta que, sigilosamente, la mentira se vistió con las prendas de la verdad y desapareció.

La verdad se resistió a ponerse la vestimenta de la mentira y empezó a caminar desnuda por las calles, y todos la miraban con la boca abierta.

Moraleja: La gente, sobre todo en estos tiempos, prefiere ver la mentira disfrazada de la verdad que la verdad al desnudo.

Como indica en consenso, Vizcarra terminó siendo un miserable y su pecado mayor ha sido traicionar al pueblo vacunándose a escondidas, sin embargo, la clase política en general siempre dio muestras de que está llena de estos especímenes (aló, ¿Toledo?) y que, en verdad, ya no se puede confiar en nadie.

De ahora en adelante, ¿Salaverry seguirá como su piquichón?