Es una vergüenza y una total insolencia que los gobiernos de cuatro países de la región como son México, Argentina, Bolivia y Colombia hayan salido en defensa del golpista Pedro Castillo, a quien aún consideran presidente del Perú a pesar de que ya fue vacado tras pretender cerrar el Congreso y adueñarse íntegramente de un sistema de justicia que le respira en la oreja por las múltiples corruptelas cometidas en su nefasta administración.

Para los presidentes de esos países, Andrés Manuel López Obrador, Alberto Fernández, Gustavo Petro y Luis Arce, en el Perú jamás hubo un quiebre constitucional ni un sujeto que desde su cargo de jefe de Estado quiso tomar el poder de forma absoluta y al margen de la ley. Tampoco se han dado cuenta que el golpista ya fue reemplazado –de acuerdo a la Constitución–, por la vicepresidenta y que hay un gabinete en funciones.

Según la lógica de estos cuatro presidentes impresentables que deberían avergonzar a sus compatriotas, el Perú debería volver a ser gobernado por el hoy presidiario Castillo, sin importar que creyéndose un todopoderoso ordenó a la Policía Nacional tomar por la fuerza el Congreso y meter a la cárcel a la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, quien antes del golpe de Estado le había abierto seis investigaciones por actos de corrupción.

El mexicano ya había dado muestras de una impertinencia inaceptable cuando ofreció dar asilo al golpista y envió a su embajador en Lima a visitarlo en su centro de reclusión. Ahora se han sumado el socio de la sentenciada por corrupción Cristina Fernández, el exguerrillero colombiano y el boliviano títere de Evo Morales, todos de la misma órbita de Castillo. A ellos se ha plegado al final el gobierno de Honduras. Todos son una vergüenza para la democracia y el continente.

Los ciudadanos de los países cuyos gobiernos que han metido sus narices en el Perú, están notificados del “respeto” que sus mandatarios tienen por la democracia, al estar avalando a un golpista ya echado del cargo y encerrado en una prisión. Si estos señores quieren que este país sea gobernado por un dictadorzuelo además inepto y corrupto, el Ministerio de Relaciones Exteriores debió ser mucho más enérgico en su respuesta. Con tibiezas y excesiva “diplomacia” no vamos a ninguna parte. Hagámonos respetar.