El Festival de la Canción de Viña del Mar, cuya edición número 58 terminó esta madrugada, se ha convertido en los últimos años en un espectáculo televisivo cuyo principal atractivo es el desfile de populares figuras de la canción, especialmente las que están de moda. Por eso, antes de cada edición, el comité organizador hace un escrupuloso análisis de lo que el público pide , y no tanto el chileno, especialmente el latinoamericano, que se ha convertido ahora en el principal consumidor del evento musical. Lo hemos visto este 2017, en épocas de Twitter y Facebook la interacción de los televidentes latinoamericanos con los canales que emitían el festival era intenso y revelador. Pero claro, el certamen chileno nació como una competencia de canciones y a pesar de todos los cambios, se tiene que mantener esa parte medular que a todas luces no es la más importante, pero está y la deben aprovechar los que deciden competir. Unos minutos en Viña, para los nuevos compositores e intérpretes, es una vitrina muy importante para presentar sus propuestas, no es contundente, pero ayuda. Por ejemplo, ver a Maluma, el popular cantante colombiano de música urbana, moverse a ritmo de la música afroperuana al escuchar en Viña al grupo nacional Afrocandela vale más que cien horas de promoción en este mundo cada vez más globalizado. Allí está el importante detalle que todos los que deciden inscribirse para este mediático festival chileno deben tener en claro, no van a lograr el éxito para la posteridad, participar le dará una exposición ante millones de televidentes que quizás nunca conseguirán. A partir de esa experiencia, los peruanos que llegaron en algún momento a pisar la Quinta Vergara deben seguir trabajando duro para conseguir que su música no se quede solo en el intento. Al llegar a nuestro país, todos los nacionales que compitieron por la Gaviota de Plata deben superar todas las barreras que ya saben muy bien que tienen que enfrentar en el medio local. La nula difusión en las radios, escaso auspicio para proyectos musicales novedosos, pero ese es otro cantar que merece una visión seria y medidas urgentes. Lo importante y lo vital es lo que sucedió nuevamente con la música afroperuana en el Festival de la Canción de Viña del Mar, se comprobó que tiene un gran potencial para superar las fronteras, solo hay que ponerle “punche” y exigir apoyo. A bailar festejo, landó, ritmos que salen del alma.