La Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobó en diciembre de 2017, la resolución A/RES/72/211 para que cada 20 de mayo se celebre el Día Mundial de las Abejas. Esta es una ocasión inmejorable para comentar el libro La vida de las abejas (1901) de Maurice Maeterlinck, dramaturgo y ensayista belga. La obra de Maeterlinck no es un tratado de apicultura propiamente dicho, es más que eso, pues intenta descifrar literariamente el misterioso mundo de las abejas, consideradas unánimemente como los insectos más importantes de la naturaleza.
El autor señala en el libro primero: “La biblioteca de la abeja es de las más extensas. Desde un principio, ese pequeño ser extraño, que vive en sociedad, bajo leyes complicadas, y ejecuta en la sombra trabajos prodigiosos, llamó la atención del hombre. Aristóteles, Virgilio, entre otros, se ocuparon de ellas”. Sostiene el autor, que el estudio científico de las abejas empieza en el siglo XVII con los descubrimientos del sabio holandés Swammerdam, quién inventó métodos de observación científica, usó microscopios propios, disecó abejas y descubrió el sexo de la abeja reina.
El libro quinto sobre el “Vuelo Nupcial” y el libro sexto sobre “La Matanza de los Zánganos”, son los más interesantes. Describiendo la holgazanería de los zánganos después del vuelo nupcial, viene la arremetida de las abejas. “La atmósfera de la colmena ha cambiado, cada uno de los parásitos es acometido. Enormes, pero sin armas, procuran defenderse”. Las abejas obreras se deshacen de los zánganos, que interrumpen los movimientos de la colmena. ¡A veces hay que expeler a esa raza de inútiles y de ociosidad comprobada!, y esto vale especialmente para los que tienen cargos políticos.