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Cuando Martín Vizcarra asumió -casi que por casualidad- la Presidencia del Perú, fueron dos los factores exitosos sobre su pasado político como gobernador regional de Moquegua que saltaron a la vista: los logros sin precedentes alcanzados en Educación en su región y el éxito en el manejo del conflicto social de la mina Quellaveco.

En la historia reciente de los conflictos sociales en el Perú, existen al menos dos casos de éxito en los que se ha logrado obtener no solo la aceptación, sino el apoyo de las comunidades a los proyectos mineros. Uno es el de la mina Ollachea, en Puno, donde la minera Kuri Kullu cedió a la comunidad el 5% de sus acciones, volviéndola así socia y beneficiaria directa de sus operaciones. El otro es el de la mina Quellaveco, donde una comunidad que durante 20 años se opuso al proyecto terminó apoyando a la minera gracias a las negociaciones lideradas por Martín Vizcarra -en ese entonces, gobernador regional-, que culminaron en un compromiso por parte de Anglo American de invertir S/100 millones a un fondo para promover el desarrollo de la región.

Además de Quellaveco, Vizcarra logró que la empresa minera Southern financie un proyecto educativo para la región valorizado en más de 30 millones de dólares.

Al parecer, Vizcarra sabe que la única manera de que una comunidad apoye los proyectos mineros que las afecten es que las operaciones de estas empresas les reporten beneficios directos. El canon -claro está- no ha servido para generar beneficios tangibles, y los motivos para el escepticismo y los miedos -algunos reales, otros no- solo pueden desaparecer con información y beneficios palpables.

Hoy, Vizcarra enfrenta nuevamente un conflicto social de alta envergadura, solo que esta vez lo hace desde la Presidencia de la República. Sin embargo, para cualquier negociación -como es obvio- se requiere tolerancia cero contra extorsiones o acciones fuera de la ley, además del pulso necesario para no caer en decisiones populistas. Y en tanto no faltan motivos para dudar esta vez de su manejo político -no es ningún secreto que su gobierno se viene basando, en gran medida, en aquello que aumente su popularidad-, Las Bambas podría ser la oportunidad de Vizcarra para demostrar que su capacidad de gobierno va más allá de declaraciones fervorosas y referéndums.

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