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Muy hormonal es la política peruana, la calentura de algunos de los integrantes de este desprestigiado Congreso marca la agenda, el día a día, las portadas y las preocupaciones nacionales. No te puedes escapar de los problemas que ocasiona el eterno conflicto entre la testosterona y el estrógeno cuando, al menos a los del norte, son otras las calenturas que nos mortifican. Por ahora El Niño está pasando piola, como se dice, mientras se gasta en su nombre. Hasta el Congreso -que supuestamente no tiene iniciativa de gasto- gasta en su nombre. Son casi 800 mil soles que se han ido en sueldos de los asesores de la Comisión Especial de Seguimiento al Proceso de Reconstrucción en las Zonas Afectadas por El Niño. Tremendo nombre para una titánica tarea cuya principal conclusión ha sido descubrir que hay retraso en las obras. Nos siguen tomando el pelo, hasta cuando lloran por las declaratorias de emergencia, que no son más que excusas para librarse de controles en obras apuradas y direccionadas al más puro estilo de los hermanos Becerril. La reconstrucción con cambios es un concepto que ha servido para comprobar que nada ha cambiado porque aquí llueve, se inunda y desbordan los ríos desde tiempos inmemoriales, seguro que desde antes de que el hombre caminara por estas tierras. Y no tiene que cambiar porque los intrusos somos nosotros, los que al habitar estas zonas no aprendemos todavía a respetar la naturaleza, pues seguimos construyendo nuestras casas dentro de las quebradas o al borde mismo del río, fabricando techos planos o veredas tan bajas que invitan al agua a ingresar. El proceso de cambios para reconstruir esta ciudad necesita cambiar los hábitos y la conducta de su gente, una cultura distinta para relacionarnos con nuestra geografía. La naturaleza no tiene la culpa de nada, somos nosotros los culpables por ignorantes y tercos.