Ollanta sí tiene autoridad. Cómo no. Ha ordenado, por ejemplo, que el nuevo comandante general del Ejército sea Luis Humberto Ramos Hume, hermano de un dirigente nacionalista del cogollo de Nadine Heredia. Y las órdenes, como bien sabe el ministro de Defensa, Jakke Valakivi, se cumplen sin dudas ni murmuraciones, porque el único responsable es el superior que las imparte. Anotado está, señores.

Durante estos cuatro años y pico de gobierno, Humala ha tenido un santo y seña decodificado: pegarse al Ejército y hacer espíritu de cuerpo con los afanes de sus compañeros de la Escuela Militar de Chorrillos. ¡Sobre el hombro, armas!

A paso ligero y “mirando su frente”, el Mandatario ha convenido con la “casualidad” de que la promoción Héroes de Pucará y Marcavalle, su promoción, prácticamente ha tomado el EP. Tiene cuatro generales de división sobre la marcha. Todo un récord. Ni con un obús lograba un mejor objetivo.

Falta saber, nomás, qué utilidad le dará en el tiempo a esta concentración de poder castrense o si simplemente se trata de una contingencia en favor de sus camaradas de cuadra y pista de combate, como en su momento alegó.

Pregunta del estribo: ¿estos generalotes, que siguen diferentes cursos de inteligencia táctica, no le dieron algún derrotero o estrategia de qué hacer frente a la delincuencia común y el crimen organizado que nos han declarado la guerra? La acción de Humala en este tema ha sido un saludo a la bandera. Se nos ocurre que el tal “Caracol” ahorita debería estar rampando y haciendo canguros. En fin.

Permiso, mi comandante, para retirarme.